ADIOS RANA, ADIOS
Durante todo el año el dique de lino supuraba
en el corazón del pueblo; verde y de cabeza pesada
el lino se pudría allí, aplastado por enormes terruños.
A diario chorreaba bajo un sol de justicia.
Burbujas gorgojeaban con delicadeza, moscardones
tejían una fuerte gasa de sonido en tomo al olor.
Había también libélulas, mariposas con lunares,
pero lo mejor de todo era esa baba caliente y espesa
de huevos de rana que, a la sombra de las orillas,
crecía como agua coagulada.
Así comienza el bello poema del poeta irlandés Seamus Heaney titulado "Muerte de un naturalista", en aquellos años los suyos y los míos los estanques, ríos, lavaderos, arroyos, charcas resplandecían repletos de miles de esos huevos de rana que menciona Seamus, tanto que aquellas noches calurosas de finales de primavera y principios del verano los conciertos ofrecidos por las ranas eran todo un espectáculo para nuestras inquietas mentes de niños, coros de ranas y sapos que cantaban alegremente para atraer a su pareja y defender su territorio. Tantas noches adormecía con la ventana de mi habitación abierta de par en par escuchando esta alegre y melódica sinfonía. El tiempo ha ido pasando y esto se ha convertido en algo ya no tan habitual, cuesta encontrarlas, ver tantas como antes, la ranas y muchos anfibios están desapareciendo. Los datos son preocupantes, el 30% de las especies de anfibios en el planeta figuran como amenazadas en el catálogo de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza); las causas de esta extinción vienen determinadas por tres factores: la destrucción de su hábitat, el cambio climático y un hongo llamado "quitridios". En nuestro país de las aproximadamente 30 especies de anfibios que existen en nuestro territorio la mitad están infectadas por el citado hongo y al menos tres especies han sufrido mortalidades en masa. Tal vez llegue un día en el que tengamos que recurrir a grabaciones para escuchar el croar a las ranas, esta tragedia está ocurriendo ahora mismo y lo hace delante de nuestros ojos, la situación empeora año tras año, extinguiéndose a un ritmo mil veces más alto que las tasas naturales; desaparecen incluso especies desconocidas o nuevas antes de ser catalogadas. Los anfibios están sin defensas ni aliados en esta lucha final. Si no lo evitamos, ranas, sapos y salamandras pasarán a engrosar las vitrinas de los museos.
Así comienza el bello poema del poeta irlandés Seamus Heaney titulado "Muerte de un naturalista", en aquellos años los suyos y los míos los estanques, ríos, lavaderos, arroyos, charcas resplandecían repletos de miles de esos huevos de rana que menciona Seamus, tanto que aquellas noches calurosas de finales de primavera y principios del verano los conciertos ofrecidos por las ranas eran todo un espectáculo para nuestras inquietas mentes de niños, coros de ranas y sapos que cantaban alegremente para atraer a su pareja y defender su territorio. Tantas noches adormecía con la ventana de mi habitación abierta de par en par escuchando esta alegre y melódica sinfonía. El tiempo ha ido pasando y esto se ha convertido en algo ya no tan habitual, cuesta encontrarlas, ver tantas como antes, la ranas y muchos anfibios están desapareciendo. Los datos son preocupantes, el 30% de las especies de anfibios en el planeta figuran como amenazadas en el catálogo de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza); las causas de esta extinción vienen determinadas por tres factores: la destrucción de su hábitat, el cambio climático y un hongo llamado "quitridios". En nuestro país de las aproximadamente 30 especies de anfibios que existen en nuestro territorio la mitad están infectadas por el citado hongo y al menos tres especies han sufrido mortalidades en masa. Tal vez llegue un día en el que tengamos que recurrir a grabaciones para escuchar el croar a las ranas, esta tragedia está ocurriendo ahora mismo y lo hace delante de nuestros ojos, la situación empeora año tras año, extinguiéndose a un ritmo mil veces más alto que las tasas naturales; desaparecen incluso especies desconocidas o nuevas antes de ser catalogadas. Los anfibios están sin defensas ni aliados en esta lucha final. Si no lo evitamos, ranas, sapos y salamandras pasarán a engrosar las vitrinas de los museos.
Comentarios
Si, estoy un poco pesimista, amigo.
Un abrazo.