AQUEL ZORRO Y SU LIBERTAD
Sucedió que un pequeño zorro andaba merodeando en un camino muy cerca de la mar, hasta el llegaba el olor de unas gallinas que no estaban muy lejos de donde el se encontraba, la mar batía contra los acantilados apaciguando el zumbido del viento que corría por los caminos, la noche aún cubría de oscuridad los rincones y nadie acechaba en las cercanías, aún así el se movía lento, despacio intentando llegar lo más cerca de aquel olor sin ser oído, al llegar vio una valla y una enorme puerta de color verde que le cerraba el paso, una puerta de tablones alisados que impedía poder pasar al otro lado, olisqueó cerca de la puerta y un olor penetrante aguzó todos sus instintos, tenía que pasar y al otro lado del camino vio unas piedras cercanas, se aupó allí de un salto y con otro más grande saltó al otro lado de la valla, mientras la mar seguía batiendo contra la costa y el día comenzaba a despuntar sobre el horizonte mientras el viento se apaciguaba lentamente y él desesperado por aquel olor tan penetrante no encontraba ni una sola gallina; el día ya se había instalado en los caminos mientras el una y otra vez intentaba saltar la enorme valla, en una de esta se aupó sobre los listones y tres de sus patas se encajaron entre las tablas quedando colgado de ellas, el dolor era profundo y por más que lo intentaba no conseguía sacarlas, quedando colgado al otro extremo de la valla, para su desesperación escuchó la voz de unos humanos que se acercaban por aquel camino, distraído, pendientes del canto de los pájaros y de el bramido de la mar pasaron a su lado, al verlo pararon a su lado e intentaron en vano quitar las tres patas asidas entre las tablas, pero era imposible, él desesperado lanzaba bocados a las tablas de madera mientras al otro lado aquel humano intentaba en vano tirar de ellas, lo vio coger un enorme palo que puso a modo de polea entre aquellas tablas y vio como de ellas desprendía otra de sus patas, poco a poco la tabla comenzó a ceder y otra pata quedo liberada, ya solo colgaba de una de ellas que lentamente se fue soltando hasta que aquel pobre zorro cayó al suelo, se escurrió ocultándose entre unas piedras para salir al abrirle la puerta corriendo por aquel camino por el que yo iba hacía la mar.
Comentarios
Un abrazo, Carlos. Que sigas disfrutando de curiosos encuentros.
Besos
Un abrazo Carlos
Qué raposín más guapo, tuvo suerte.
Abrazotedecisivo y hasta ya mismo