LOS ULTIMOS DOS DÍAS DE POMPEYA
Comencé a escuchar aquellos extraños ruidos en la mañana de aquel veinticuatro de agosto del año setenta y nueve, repentinamente una lluvia de polvo y de ceniza comenzó a caer sobre los campos y calles, y la tierra empezó a temblar, todos corríamos hacía nuestras casas cuando aquello cesó. Fueron muchos los que abandonaron Pompeya dejando sus casas, sus tierras, su vida y escaparon en dirección a la costa. También fuimos muchos los que nos quedamos, yo fui uno de ellos, no tenía a donde ir y debía de cuidar de mi casa, de mi familia, de mis criados, de mis tierras. El tiempo pasó y todo parecía volver a la rutina de siempre hasta que vimos como del cráter del volcán surgía una densa columna de humo que se fue elevando en el cielo hasta un lugar al que no alcanzaba nuestra vista, nos miramos unos a otros, entré en casa, mi mujer y mis hijos me esperaban asustados, los cuatro nos refugiamos en un estrecho pasillo cerca del atrio, intenté calmarlos haciendo que dibujaran en la pared, Lucio y Aulo dibujaron unos animales con alas, ojalá nosotros hubiésemos tenido alas, amanecía el día veinticinco, la luz penetraba por las ventanas cuando escuchamos aquella fuerte explosión, agarrados de nuestras manos recibimos aquella nube de gas que ahogó para siempre nuestras vidas.
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Besos
Un fuerte abrazo Carlos
Un abrazo