LA PEQUEÑA DAMA DEL BOSQUE
"Mirar..., hay que mirar con otros ojos, ojos que perdimos en la escuela, en esta sociedad de la inmediatez, del ya y del ahora, en la que solo importa lo que vemos, mucho menos lo que sabemos y menos aún lo que imaginamos o lo que soñamos. En cambio, la Naturaleza solo se abre a nuestros ojos si la observamos, si la imaginamos o la soñamos. No vale con verla. Ni siquiera con mirarla [...]. Y en estas estaba cuando noto que alguien me observa, y, al girarme te veo sobre el pasto helado, mirándome, quieta, como un juguete olvidado, como un peluche pálido en la cuna de un niño. Tras unos segundos vuelves a tus quehaceres y yo a los míos. Y con eso vuelvo a la muerte que es salir del bosque, a ver lo que siempre se ve y oír lo que siempre se oye, donde todo es consumo y uno es solo lo que posee... Algún día no volveré".
Juan Goñi
Aún no había amanecido cuando dejé el pueblo sumido aún en la oscuridad de la noche, iluminado por la tenue luz de las farolas, subía escuchando como la campana de la iglesia lanzaba sus ocho tañidos a un valle que amanecía en un silencio solo roto por los clon, clon de las campanas de las vacas y el ladrido de algún perro, mis pies aún adormecidos se fueron hundiendo poco a poco en la blancura inmaculada de una nieve que había estado jugando con la noche, una nieve que ocultaba los pocos restos que aún quedaban de un otoño fingido, mi lento y torpe caminar sobre la nieve, ese mete y saca de mi cuarenta y cinco desparramado en agujeros cada vez más profundos, ladera arriba por un camino que conozco de memoria y que mis ojos no reconocían oculto en el blanco virginal de una nieve recién caída, el día ni siquiera amanecía, la negra oscuridad dio paso a un día gris, un día en el que solamente gobernaban los blancos y los grises, y así llegue hasta el bosque, las desnudas ramas de las hayas se tumbaban sobre el camino cubiertas por la nieve desparramando sobre el inoportuno caminante algún que otro enorme copo de sus ramas y fue allí justo a la entrada cuando en uno de los blancos claros de aquel bosque me pareció ver que algo se movía casi tan lento como yo lo hacía, detuve mi marcha para mirar y eras tú, te movías tan despacio, avanzando con tus frágiles piernas sobre la profunda nieve, salto a salto ibas rebuscando entre las blancas ramas de las hayas, la nieve inmisericorde ocultaba la verde hierba de aquellos prados y tú solo podías intentar extraer algunas hojitas marchitas de las ramas tumbadas de las hayas mientras la nieve caía sobre tu lomo, caía sobre mi cabeza mientras te miraba, mientras aquella pequeña mota gris en aquel mundo blanco continuaba su grácil paseo sobre la nieve para perderte lentamente en la profundidad de aquel enorme bosque, yo, continué continué ladera arriba, parando y girando para ver si te veía, te busqué en otros claros, entre las ramas de las hayas intentando adivinarte de nuevo, tal vez fueses tu la que mirabas oculta en el gris de aquel bosque viendo como torpemente subía por aquel camino cubierto de blanco hundiéndome una y otra vez en la profundidad de aquella nieve, subí y volví a bajar por aquel camino, te confieso que deliberadamente, volví para buscarte, para verte de nuevo, pero no estabas, cerré mis ojos y volví a verte allí, en aquel claro mordisqueando las blancas ramas caídas de las hayas.
Comentarios
Un abrazo
Saludos.
Besos
Un abrazo.
Y de los escritos no se con cual quedarme...
Un abrazo.
Maravillosa entrada amigo, maravillosa.
Mi abrazotedecisivo y hasta ya mismo
P.d. ya fui a Valporquero y comimos de lujo😉😉