TOLEDO


   Toledo es una de esas ciudades que hay que recorrer y recorrer una y mil veces, ir y volver e insistir en su conocimiento, no en balde es cuna de civilizaciones y una parte importante de nuestra historia, afortunados los que como yo la hemos conocido de manos de quienes la aman, la viven y la disfrutan, de aquellos que cuando te la enseñan les brillan los ojos del orgullo de mostrarla, así fue como conocí de la mano de Miguel y su familia esta hermosa ciudad capital de Castilla-La Mancha.


  Desde el Tajo, ese río que la circunda así empezamos a recorrerla, justo en esa hora en que la tarde cae y el calor empieza a difuminarse, por la ribera del Tajo justo por debajo de la ciudad comenzamos a conocerla, las aguas del río comienzan a reflejar sus monumentos, sus puentes y también a la luna invitada de lujo de ese atardecer y que ansiosa aparece en el cielo para ver y disfrutar de esta maravilla. Y con las ultimas luces de la tarde la noche se adentra en la ciudad monumental y nos adentramos en ella para recorrerla,sus estrechas calles repletas de turistas que disfrutan de sus monumentos y también como no de su rica y abundante gastronomía o simplemente de un paseo por la noche toledana, más fresca, más paseable.


   La noche nos descubre sus principales monumentos, sería largo enumerar los muchos monumentos que árabes, judíos o cristianos dejaron como muestra de su paso por la ciudad, no en vano la ciudad es Patrimonio de la Humanidad, el paseo nos lleva a su catedral dedicada a Santa María de estilo gótico que data del siglo XIII, su Alcazar, una esplendida fortificación que se comenzó a construir en el siglo XVI y fue reconstruida en el siglo pasado o las sinagogas de Santa María La Blanca, de estilo mudejar del siglo XII o la del Tránsito actual Museo Sefardí. Castillos, monasterios, museos, hospitales, iglesias, palacios, puertas, ermitas o conventos recorren la ciudad para nuestro disfrute visual, todo un lujo.


   Y así nos adentramos en sus calles para ir descubriendo los muchos monumentos que se nos irán apareciendo pero también para degustar sus rincones y descubrir singulares pasadizos, atajos entre calles, callejuelas estrechas, casonas de piedra, madera y rejas de hierro, detenernos en sus sus muchas plazas: Zocodover, Santa Teresa, Santa Clara, Santa Isabel, Pozo Amargo, San Cipriano, Capuchinas, Santo Domingo o Barrio Nuevo o ir descubriendo los nombres de las calles que recorremos; Nuñez de Arce, Carretas, Alfileteros, Locum o Ángel. Son muchas las sensaciones que tenemos mientras nos desplazamos lentamente por ellas y vamos dejamos que la ciudad nos descubra en cada esquina su historia, los misterios que esconde en sus calles angostas.


   Y volvemos al Tajo esta vez para cruzarlo, como lo hacían antiguamente, no por alguno de sus puentes sino por el río vadeándolo por el embarcadero que se encuentra junto a la casa del Diamantista y una vez cruzado ascenderemos al Mirador del Valle para ver la ciudad en miniatura, como si fuera una pequeña maqueta iremos descubriendo los monumentos que antes vimos por sus calles, las vistas son espectaculares tanto al amanecer como la luz de la luna, Toledo nos dejará con la boca abierta. 

Toledo es una ciudad de leyendas, son muchas las que llegaran a nuestros oídos como la de la Casa del Diamantista, al lado del embarcadero, conocida como la  Casa del tinte del barco, en ella vivió Don José Navarro, orfebre del siglo XIX, que hizo la corona real de Isabel II y de ahí su actual nombre. Cuenta la leyenda que la futura reina le encargó una corona para el día de su coronación, el orfebre se puso presto a dibujar el boceto de la corona, pero no se le ocurría ninguna idea. Pasaron muchos días con sus noches consumido en la desesperación y cansancio porque no tenía ideas de como hacerla. Una noche se quedó dormido y a la mañana siguiente el orfebre encontró el boceto de una bella corona, pero no recordaba haberla hecho. Rápidamente, se puso a tallar las piedras, trabajaba muchas horas y siempre se quedaba exhausto ante su mesa de trabajo. Curiosamente, al despertar encontraba el trabajo hecho. Una noche fingió dormir y vio cómo duendecillos de colores salían del Tajo, y se ponían afanosamente a trabajar. A la mañana siguiente encontró terminada la más bella corona que nadie pudo imaginar.


    Toledo es una ciudad que nos sorprenderá si la disfrutamos, si lo hacemos con todos los sentidos puestos en lo que vayamos descubriendo y sobre todo recorriendo, porque sus calles son para eso para calzarse zapatillas y patear su historia, la historia de los que fueron tallando esta ciudad monumental de extraordinaria belleza que no nos dejará indiferentes.




Comentarios

@maricruzpe ha dicho que…
Lo cierto es que uno no se cansa de ver y pasear por sus calles, unas bellas fotos para un bello lugar. Saludos.
fany sinrimas ha dicho que…
Opino lo mismo, Carlos: Toledo es una ciudad para ser recorrida palmo a palmo; cargada de historia y de belleza.

Saludos veraniegos, ahora ya más fresquitos.
MoniRevuelta ha dicho que…
Una ciudad realmente maravillosa, la conocí este año, me enamoré de ella...sólo pienso en volver
Un abrazo Carlos