GAVIOTA
Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un mar tranquilo.
Chapoteaba un pesquero a un kilometro de la costa cuando, de pronto, rasgó
el aire la voz llamando a la Bandada de la Comida y una multitud de mil
gaviotas se aglomeró para regatear y luchar por cada pizca de comida.
Comenzaba otro día de ajetreos.
(Juan Salvador Gaviota - Fragmento)
La cálida tarde de verano era amansada por las frías aguas del Cantábrico, sobre las rocas cerca de la mar, en los acantilados una de pareja de gaviotas se posa después de un largo vuelo, se acicalan, extendiendo sus alas al viento, se echan sobre las rocas y descansan después de una fatigosa tarde jugando con las olas y surcando la mar...
... yo lentamente me voy acercando entre las puntiagudas rocas que se me clavan como cuchillos en mis descalzos pies, mientras avanzo contemplo embelesado el intenso azul de la mar y absorto en su belleza me siento para contemplarlas, porque a mí como Juan Salvador Gaviota, me hubiera encantado aprender a volar...
La mayoría de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normas de
vuelo más elementales: como ir y volver entre playa y comida. Para la
mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta
gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que
nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar.
Este modo de pensar, descubrió, no es la manera con que uno se hace
popular entre los demás pájaros. Hasta sus padres se desilusionaron al ver a
Juan pasarse días enteros, solo, haciendo cientos de planeos a baja altura,
experimentando.
(Juan Salvador Gaviota - Fragmento)
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Besos.