UN PASEO EN DIECISIETE FOTOGRAFÍAS
Desciendo por ese camino que mis botas ya se saben de memoria mientras la lluvia limpia el paisaje y las flores salpican de colores tanto verde
los avellanos doblan sus ramas sobre la estrecha senda salpicada del verdor de las hojas, el musgo y los helechos
me pierdo en el paisaje que mil veces mis ojos han contemplado y aún así ellos y yo se asombran con cada uno de mis lentos pasos
el río intenta intenta apagar el eco de las gotas de la lluvia
y los árboles crean puentes entre ellos para que los pájaros no tengan que volar de rama en rama
y en el barro mis huellas quedan mezcladas con las de los ciervos, los tejones, los corzos y algún que otro zorrillo
que sin darse cuenta me abriendo camino por la resbaladiza piedra humedecida por el persistente goteo de la lluvia
y algunos árboles se encaraman en lo más alto de las rocas, tal vez para contemplar desde allí la belleza de su bosque
y un manto de colores desciende ladera abajo y me imagino a un pintor delante de su caballete, dibujándolo
y en uno de los claros del camino me detengo y sin darme casi cuenta comienzo a contar las tonalidades del verde que contemplo
mientras los tímidos rayos de sol intenta en vano aplacar a la lluvia de esta mañana lluviosa de verano
y mis botas se aceleran ladera abajo tanto como lo hacen mis ojos, mi cuerpo, y los latidos de mi corazón
pero mis manos los detienen para acariciar y dejarse acariciar por el suave manto del verde musgo
y allí esta él, siempre atento, vigilante a quien por allí pasa, detenido en un tiempo que nunca avanza, bajo la lluvia mi viejo guardián de este camino
y de nuevo asciendo monte arriba mientras contemplo como un par de ardillas se esconden al verme entre las afiladas ramas de varios avellanos
y sobre un viejo tronco que reposa en el camino, varios gnomos han construido sus viviendas
la lluvia me sigue acompañando mientras asciendo lentamente, intencionadamente, los últimos metros de este paseo por uno de mis caminos.
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